24/09/2024
Fondo bibliográfico
En estos días estamos a punto de conmemorar el nacimiento de Miguel de Unamuno, que tuvo lugar en Bilbao el 29 de septiembre de 1864. Conocido por sus múltiples escritos dentro de la filosofía, la literatura y la política, su pensamiento también se dirigió a tratar numerosas cuestiones pedagógicas. No es que elaborara un cuerpo doctrinal en torno a la educación, sino que más bien sugirió, a lo largo de varios escritos, unas líneas maestras que vertebrarían lo que debía ser, a su juicio, una buena educación. Para ello se vale de su propio pensamiento filosófico, por un lado, así como de su experiencia como profesor universitario, por otro.
En los recuerdos de sus primeros años de formación recogidos en Recuerdos de niñez y mocedad ya manifiesta sus primeras críticas a un sistema de enseñanza anticuado y poco motivador. Y es también una de sus novelas, Amor y pedagogía la que recoge una severa y ácida caricatura a las corrientes positivistas aplicadas a la educación.
Sin embargo, son sus trabajos en artículos de revistas y ensayos los que muestran realmente su pensamiento pedagógico como tal. Os ofrecemos una pequeña síntesis de sus ideas, y también de sus críticas referidas a la enseñanza en nuestro país, algunas de gran vigencia aún en nuestros días:
En cuanto a la teoría educativa:
Unamuno se muestra contrario a la elaboración de fórmulas teóricas para ser aplicadas en el aula. Él criticaba las soluciones pedagógicas establecidas con carácter general sin adecuarse a las situaciones concretas. Creía que a principios del siglo XX la idea que imperaba era “desmenuzar los contenidos y facilitar la adquisición de conocimientos de manera excesiva, sin proporcionar destrezas ni fomentar la voluntad de sacrificio y esfuerzo”.
En cuanto al profesor:
Todos los intelectuales de la Generación del 98 coincidían en que buena parte de los males de España hundían sus raíces en el analfabetismo de la población. Por ello, la misión del maestro era promover la formación de una concepción unitaria del saber en sus alumnos. Para Unamuno, lo fundamental era que los alumnos adquiriesen un conjunto mínimo de conocimientos que les permitiese considerarse como hombres cultos y con ello, como ciudadanos con sentido crítico. Valorará especialmente el papel del maestro como transmisor no solo de hechos, sino también de motivación.
En cuanto al propósito de la educación:
Para Miguel de Unamuno toda enseñanza debe tener una incidencia vital, el alumno debe acabar por aplicar lo aprendido en su vida, no en un sentido utilitario del término, pero sí práctico. La escuela no debe ser “considerada como una especie de asilo al que se envía al niño para que no dé guerra en casa” sino más bien “una escuela de libertad y de dignidad humana”, donde el niño desarrolle sus cualidades personales y despierte sus aficiones.
En cuanto a la enseñanza superior:
Su libro De la enseñanza superior en España recopila ocho artículos publicados en la Revista Nueva que reflexionan sobre lo que el autor consideraba los problemas de la universidad en aquel momento: el afán por conseguir un título más allá de las enseñanzas que realmente proporciona, la pobreza intelectual que imperaba en la vida académica por parte de profesores y alumnos, el absentismo de los profesores o las cátedras anquilosadas en el pasado en vez de en seminarios, en centros de verdadera investigación.
En su prólogo Unamuno resume así el principal mal que afecta a la enseñanza superior: “Cada ministro se trae su plan, ni mejor ni peor que los anteriores, que contribuye a corroborar la anarquía que en asuntos de enseñanza aquí reina; y es, como digo en estas páginas, el plan interior, el de nuestro espíritu, el que tenemos que variar. Todo depende de la selección del profesorado, de actuar el principio que expresa aquel dicho inglés: The sight man in the sight place”.
Paradigmático de todo ello fue el discurso que pronunció en la apertura del curso académico 1900-1901 en la Universidad de Salamanca considerado innovador en su día y del que se puede extraer un recorrido completo por su pensamiento pedagógico.
Polémico, profundamente individualista, la expresión de sus opiniones le valió la destitución de su cargo como rector, el destierro y diversos arrestos domiciliarios. Todo ello sin embargo no pudo eclipsar su contribución tan personal e insobornable, y tan vigente aún en determinados campos, al pensamiento filosófico de nuestro país.