04/06/2024
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Gamificación, atención temprana, trabajo por proyectos… son conceptos que nos resultan actuales e innovadores pero, ¿y si comprobásemos que su formulación ya vino dada por un pedagogo clásico, en el siglo I de nuestra era? De hecho, buena parte de lo que hoy se engloba como metodologías activas, se fundamentan en las ideas de Quintiliano.
Marco Fabio Quintiliano nació en Hispania, en Calahorra, alrededor del año 35. Desarrolló una brillante carrera primero como abogado y luego como profesor de Retórica en Roma, llegando a ser considerado el mejor profesor de retórica del mundo antiguo durante casi 20 años de docencia. Fueron discípulos suyos Plinio el Joven, Juvenal, Suetonio y Tácito. En la enseñanza de la Retórica, encuadró todo un compendio de ideas sobre la actividad educativa. En este artículo de Guillermo Soriano Sancha , especialista en su legado pedagógico, se muestran alguna de sus ideas educativas, partiendo para su comprensión desde el contexto histórico en el que se crearon.
La fama de Quintiliano proviene de su Institutio oratoria, una obra enciclopédica que recoge todo cuanto es necesario para formar a un orador. A la vez, en su narración, se fueron deslizando nociones pedagógicas que, reunidas y ordenadas, constituyen una síntesis de lo que fue la filosofía de la educación en la Antigüedad.
Desde un absoluto respeto y comprensión de la infancia, abogó por la educación temprana del niño, aunque haciendo la salvedad de que la enseñanza debía graduarse, los conocimientos proporcionados se ofrecerían paulatinamente. Preconizaba la adaptación a la edad tanto en el procedimiento como en la actitud y de ahí, el valor vital y pedagógico que otorgaba al juego infantil. Decía que la enseñanza en los primeros años “ha de ser como cosa de juego”.
Defendía también un naturalismo psicopedagógico estableciendo como punto de partida de todo acto o proceso educativo la naturaleza del educando y recomendando el respeto a las actitudes personales del niño. Aquí resaltaba dos ideas: “no ponerse a aquello que no puede lograrse y no apartarse de aquello en lo que puede ser sobresaliente para aplicarse a otra cosa ante lo que no se siente inclinado”. Recomendaba equilibrar tanto la memoria y el aprendizaje memorístico como la elaboración propia de conocimientos y el aprendizaje por los sentidos ya que el niño es un ser que imita y un ser que juega.
En cuanto al rol del maestro, para Quintiliano era fundamentar trabajar con método y tener un conocimiento amplio de la materia, para poder adaptarse así con más facilidad a las capacidades infantiles. Enemigo de los castigos, insiste en la importancia del uso de recursos como la alabanza mesurada, la atención al aprovechamiento individual o fomento de la confianza en sí mismos. Es decir, daba un papel principal a la motivación del alumno. Creía en la disciplina, pero una disciplina blanda, humana, sin detrimento de la autoridad del maestro.
Frente a Plutarco, que era más partidario de una educación doméstica, Quintiliano se erige como firme defensor de una educación pública. Considera este sistema más beneficioso para el alumno pues constituye una fuente de relaciones sociales para él y de un bienestar social más grande y también para el maestro, que ve una trascendencia mayor de su trabajo que la que le proporciona la enseñanza individualizada de carácter privado.
La actualidad de todas estas ideas constituye la razón de ser de la publicación de Sergio Mira Jordán, Quintiliano, el pedagogo . En palabras de su autor “no solo es un resumen de las ideas de Quintiliano, sino también un compendio de propuestas didácticas, reflexiones, y actividades que podemos llevar al aula”. Publicado en 2021, este título reivindica las teorías de un pedagogo clásico para mostrar que las herramientas necesarias para transmitir conocimiento son más inalterables de lo que creíamos y solo tenemos que prestarles atención. Ante la reivindicación de un conocimiento más utilitarista y técnico, la enseñanza debe ser un reflejo del mundo, con su variedad de ideas y disciplinas, ya que según Quintiliano no hay rama del conocimiento que nos podamos permitir descartar.