En esta ponencia, Fernando Reimers comenzó reflexionando sobre cómo lo ocurrido en la Segunda Guerra Mundial desencadenó la semilla del orden global que hemos vivido hasta el presente y que actualmente se encuentra amenazado. En aquel momento, buscando una paz más duradera, la humanidad hizo uno de los ejercicios más importantes de creatividad e imaginación que ha habido la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Con ellos, se garantiza los derechos de todas las personas. En el caso del derecho a la educación, nos compromete a todos a lograr el derecho a la educación para todas las personas.
Posteriormente, habló de los informes sobre educación publicados por la UNESCO y en concreto su tercer informe, «Los futuros de la educación», publicado en noviembre de 2021. En él, se plantea, en primer lugar, que la cultura educativa cambia cuando todos nos comprometemos a que cambie y, en segundo lugar, que lo más importante que debe lograr la educación es desarrollar las capacidades en el alumnado que hagan que los derechos humanos sean una realidad. Esto significa construir un mundo en el que quepamos todos, donde resolvamos nuestras diferencias sin violencia y donde nos relacionemos con el planeta de una forma que asegure que siga habiendo planeta para las generaciones futuras. Para Fernando Reimers los Objetivos de Desarrollo Sostenible pueden ser considerados una actualización de los derechos humanos.
Junto con su equipo de trabajo, ha desarrollado durante décadas currículos y propuestas pedagógicas que pasó a comentar. Partiendo de los objetivos de desarrollo sostenible, hay que preguntarse cuáles son las competencias que el alumnado tiene que saber, comprender y hacer en cada nivel educativo. Además, propone una pedagogía que permita la colaboración entre el alumnado y los docentes, donde los primeros han de aprender de su hacer y donde su inmersión en una determinada comunidad, les permita comprender lo global. La propuesta es desarrollar la iniciativa de los estudiantes, así como su capacidad para construir su liderazgo aprendiendo no solamente de las cosas que funcionan sino de los desafíos que van surgiendo. Ha establecido un protocolo de actuación que permite pasar de los objetivos de desarrollo sostenible al diseño de las competencias de un currículo. Destacó la importancia de que grupos de profesores se pongan de acuerdo y tengan claro qué es lo que tienen que saber los estudiantes. Esto es necesario para que exista una coherencia tanto vertical como horizontal entre asignaturas y niveles. Dio orientaciones sobre la forma de gestionar, dentro de un centro educativo, un proceso que sea lo más incluyente posible y con el que se facilite la toma de acuerdos.
Para finalizar, mencionó que toda propuesta de cambio educativo requiere sobre todo un ejercicio de comunicación y participación de forma ordenada y con un diálogo incluyente y democrático, tal y como invita el tercer informe sobre el futuro de la educación publicado por la UNESCO. Para ello, considera fundamental poder ponernos en el lugar del otro y comprender que hay diferentes maneras de entender el cambio educativo. Explicó las perspectivas cultural, psicológica, profesional, institucional y política que es necesario desarrollar con fluidez para poder escuchar mejor a nuestros interlocutores y que a su vez nos escuchen mejor a nosotros. Así, podremos ponernos de acuerdo en el interior de una escuela, entre unas redes, en el interior de una comunidad autónoma, de un país o redes entre varios países.
La ponente comenzó explicando cómo la crisis climática, las desigualdades económicas, el flujo de refugiados, la guerra y los conflictos armados son problemas que nos interpelan como sociedad y ciudadanía tanto en los derechos como en las obligaciones para construir un futuro. El concepto de ciudadanía debe ampliarse a la ciudadanía global, ya que en la actualidad los problemas que afrontamos tienen al mismo tiempo una dimensión local y global. La Agenda 2030 trata de dar respuesta a estos problemas globales y aporta además la Paz y la seguridad del ODS 16. Este objetivo de desarrollo sostenible plantea promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible y está relacionado con el ODS 4 y, en particular, con la meta 4.7 que plantea que todo el alumnado debe adquirir los conocimientos teóricos y prácticos relacionados con los derechos humanos, la igualdad entre los géneros, la cultura de paz y no violencia para contribuir a un desarrollo sostenible.
Posteriormente reflexionó sobre las tres aportaciones que la Educación para la Ciudadanía Global al contexto actual. La ciudadanía global aporta una forma de conocer la complejidad de los problemas actuales y mirar el mundo desde la solidaridad y la justicia social. Ofrece estrategias para superar los marcos mentales que fragmentan, separan y dividen a las sociedades. Se trata de abordar análisis más complejos que permitan construir puentes y generar vínculos y complicidades entre las personas para lograr sociedades cohesionadas y resilientes. Por eso, la educación para la ciudadanía global plantea la construcción colectiva del conocimiento con una visión holística y con sinergias positivas mediante un enfoque global que sea transformador. Se necesita un cambio de paradigma en la interpretación de la realidad que incorpore conceptos claves como interdependencia, bienes públicos globales, diversidad de saberes y la redefinición de la seguridad. La ciudadanía global aporta una forma de hacer desde los valores relacionados con el bien común. Hay que potenciar esas capacidades del ser humano para el diálogo, la empatía, para ponerse en lugar del otro y para transformar los conflictos de forma pacífica. Esto significa promover esa imaginación moral de la que habla John Paul Lederach y que nos traslada a territorios nuevos para imaginar un futuro en el que todos ganemos. Por último, la ciudadanía global, nos plantea una forma de estar sintiéndonos parte de una comunidad global. Construir un nosotros y un nosotras universal, como ha planteado la filósofa Marina Garcés, con una capacidad de agencia para actuar y comprometernos con el futuro que está por venir. Para ello, se requiere fortalecer los lazos y los vínculos entre las personas desde su diversidad, promoviendo estructuras sociales horizontales abiertas y democráticas con relaciones basadas en la corresponsabilidad y con la capacidad para actuar y comprometerse con el futuro.
Para Manuela Mesa, todo ello es necesario hacerlo desde la reivindicación de la esperanza como un motor de cambio. Construir la paz es albergar la esperanza de que los cambios individuales, sociales, económicos y políticos son posibles, es intuir la posibilidad de que trabajando con persistencia se lograrán alternativas a la violencia que se generalicen a toda la sociedad. Hay que confiar en que, estas múltiples crisis que estamos viviendo, pueden convertirse también en oportunidades para reinventar el futuro.