La educación emocional es un proceso que debe empezar a fomentarse desde la primera infancia. Sin lugar a dudas, en la familia el individuo por primera vez comenzará a desarrollar las habilidades emocionales que utilizará durante el resto de su vida. Sin embargo, la escuela debe asumir la responsabilidad de educar emocionalmente no solo para el desarrollo integral de cada individuo, sino también para acompañarlo en el proceso de incorporación a la sociedad en la que vive.
Las emociones acompañan día a día a cada individuo y muchas decisiones, actuaciones y conflictos son provocados por ellas. Por eso, es necesario enseñar desde la primera etapa de la vida a gestionar las emociones, el autocontrol, la autoestima, etc., de manera que cada individuo aprenda a conocer sus propias emociones y a trabajar la empatía para entender las interacciones que se producen en el mundo que le rodea.