La generación de conocimiento sobre la realidad educativa, como uno de los fundamentos sobre los que basar las políticas públicas y las prácticas correspondientes, se ha convertido, en el presente siglo, en objeto de preocupación y de análisis por parte de los gobiernos de los países más desarrollados, de los organismos internacionales con competencias en educación y de algunos sectores clarividentes de la Academia. Probablemente haya contribuido a impulsar ese movimiento institucional la convicción creciente sobre el papel decisivo que, en los planos personal, social y económico, están adquiriendo los sistemas de educación y formación para la preparación del futuro y la sostenibilidad del desarrollo humano.
En este contexto, el Pleno del Consejo Escolar del Estado, en su Informe 2013, recomendó «Basar, tanto como sea posible, las políticas en evidencias empíricas que aporten un mayor grado de seguridad sobre la pertinencia de su concepción y sobre las expectativas de sus resultados». El presente número de Participación Educativa ha asumido, en un plano intelectual, esa recomendación del Pleno y ha hecho del conocimiento para la mejora de las políticas y de las prácticas educativas su tema central de reflexión.
Participación Educativa (Segunda época)