Día Mundial de la Obesidad

La obesidad, incluso tras la aparición de la pandemia por el SARS COVID-19, sigue siendo una de las mayores preocupaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), debido a la relación de la misma con diversos factores de riesgo para la salud, a nivel mundial.

La acumulación anormal de grasa se debe, según fuentes de la OMS, a un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas. Según nos previene esta institución (autoridad dirigente y coordinadora de la salud internacional), el cambio en los hábitos de consumo alimenticio, un aumento en la ingesta de alimentos de alto contenido calórico y ricos en grasa, más el descenso en la actividad física, debido a la naturaleza cada vez más sedentaria de los estilos de vida relacionados con el quehacer cotidiano, suponen el perfecto caldo de cultivo para el aumento del sobrepeso en la población. La obesidad acarrea riesgos variado como problemas cardiacos, articulares, la aparición de diabetes o desarrollo de cáncer.

Si bien a nivel internacional la obesidad es un problema más grave entre los países ricos, es cierto que con el paso del tiempo este problema ha incidido de manera importante en los grupos con menos ingresos. Esto es así porque los alimentos más saludables son cada vez más caros, mientras que los más accesibles para la economía familiar son, a menudo, los menos saludables. Las despensas se van conformando con mayores proporciones de grasas, azúcares y otros aditivos que contribuyen al aumento de la obesidad. Como puede apreciarse en los datos ofrecidos por la OMS, a través de un mapa interactivo de prevalencia de sobrepeso entre población adulta , estas diferencias entre países ricos y pobres se van reduciendo, por desgracia y de manera preocupante, cada vez más.

Frente a estos datos, se hace cada vez más necesario reflexionar y tomar decisiones sobre nuestra nutrición, así como sobre el tiempo y la calidad del ejercicio físico que practicamos cada día.

La prevalencia del sobrepeso y de la obesidad ha despertado la preocupación de profesionales y responsables de la salud pública. De hecho, la Organización Mundial de la Salud insta a poner en marcha estrategias, tanto a nivel comportamental individual como a nivel social y político, para promover estilos de vida saludables en la infancia y adolescencia y actuar ante la que califican como «la rápida y progresiva epidemia de la obesidad». En nuestro territorio, con la intención de fomentar el desarrollo de iniciativas al respecto, el Ministerio de Educación y Formación Profesional participa en la Estrategia NAOS, que consiste en la promoción de una alimentación saludable y la práctica de actividad física, con el objetivo de invertir la tendencia de la prevalencia de la obesidad reduciendo las altas tasas de morbilidad y mortalidad atribuibles a las enfermedades no transmisibles.

Tanto la malnutrición como el sobrepeso son dos de los desafíos con mayor incidencia, a nivel internacional, en los condicionantes de la esperanza y de la calidad de vida.