De las colonias escolares a los campamentos de verano

En el verano de 1876, el suizo Walter Bion llevó a 68 niños de escasos recursos a pasar 15 días al campo, para que respiraran aire puro y tuvieran una alimentación nutritiva y sana. El éxito de esta iniciativa anunciaría su extensión posterior más allá de las fronteras suizas. En España, el eco de esta experiencia llegaría en 1887, cuando el Museo Pedagógico Nacional con Manuel B. Cossío a la cabeza organizó la primera colonia escolar de vacaciones con 20 niños madrileños a San Vicente de la Barquera. Los intentos posteriores fueron fructificando hasta el punto de que el Ministerio de Instrucción Pública dictó una circular en 1894 en la que se fijan las condiciones que deben cumplir las colonias que se crean.

En un primer momento las colonias escolares aparecían como un medio para que los escolares más desfavorecidos mejoraran sus condiciones de salud y adquirieran buenos hábitos de higiene y orden. Con posterioridad, se buscó también un componente más educativo (al fin y al cabo al frente estaban maestros) y la idea de fomentar la vida en comunidad.

En el primer tercio del siglo XX muchas de las diversas experiencias de colonias provenían de la iniciativa municipal. Pero entre todas ellas destacaba por novedosa en su concepción las promovidas por la Institución Libre de Enseñanza que ya había puesto en las excursiones al aire libre uno de sus focos de atención desde sus inicios.

Sin embargo, todas las colonias reunían unas características comunes: se desarrollaban en un medio diferente al habitual, alejadas de las familias en una convivencia estrecha con compañeros y educadores, en un medio rural. En ellas se daba mucha importancia a las actividades físicas y al fomento de la autonomía personal y grupal.

Durante las décadas de los 60 y 70 empiezan a surgir como alternativa para cubrir el tiempo libre a diferencia de las colonias escolares anteriores, que se insertaban en una perspectiva de educación integral que deseaba no limitarse al marco físico del aula. Son más bien colonias de recreo las de esta época, en un momento de resurgir del contacto con la naturaleza. También es entonces cuando hacen su aparición las granjas-escuela y los campos de aprendizaje.

En los años 80 en los que muchas de las competencias referidas a infancia y juventud recaen en las comunidades autónomas, son éstas las que llevan buena parte de las iniciativas. El número de colonias (ahora llamadas también campamentos) y de niños acogidos crece exponencialmente y los objetivos por los que fueron creadas evolucionan de un modo lógico, siguiendo los cambios políticos y sociales del momento.

En los últimos años los campamentos de verano pierden el carácter educativo y son más ocupacionales, entendidos ahora más como vacaciones infantiles aunque siguen sosteniendo en esencia las características propias de su nacimiento: la creación de comunidad, el medio natural como medio de trabajo, la creación de un ritmo de vida distinto a la normal, el fomento de la responsabilidad… Como principios metodológicos en su organización encontramos que el niño es el protagonista, que las actividades están organizadas para todos, sin discriminación y de manera asequible a edades y capacidades y que se fomenta un ambiente agradable y positivo atendiendo a lo individual para que el niño ponga en práctica su independencia pero también en lo grupal contribuyendo a su desarrollo social.

Os recomendamos para finalizar una síntesis de la concepción actual de los campamentos y de su implantación que es la que plasmó el Instituto de la Juventud en la obra Los campamentos de verano como modelo de actividades de tiempo libre juvenil ,