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Ponentes

Ponencia de Belinda Hopkins, directora de Transforming conflict del Reino Unido, sobre las prácticas restaurativas

Belinda Hopkins

25 de noviembre de 2020

La pregunta clave que todos y todas nos hemos hecho alguna vez en el contexto educativo es cómo crear el entorno ideal en el que los docentes pueden enseñar y los estudiantes aprender, no solo temas académicos, sino también aprender a estar en el mundo. Con esta pregunta comenzó la ponencia Belinda Hopkins sobre prácticas restaurativas en el ámbito de la infancia y la juventud. Antes de explicar este modelo para trabajar la convivencia en el entorno escolar, incidió en que el docente es el que desempeña el papel más importante en el entorno escolar, ya que somos ejemplo de lo que enseñamos y nos tenemos que preguntar cómo nos ven nuestros alumnos para poder responder a comportamientos complicados.

Basa su modelo de prácticas restaurativas a partir de los cinco principios que nos aporta, con el fin de avanzar hacia un colegio ideal. El primer principio es que todos tenemos nuestra propia perspectiva e interpretamos las cosas dependiendo de nuestra personalidad, emoción y experiencia y son todas importantes porque todo el mundo ha de sentirse escuchado. El segundo se centra en reconocer que los pensamientos de los demás influyen en las

emociones y estas influyen en las acciones. Hay que tener en cuenta que cuando alguien dice o hace algo es fruto de sus pensamientos y tenemos que ser muy sensibles a las circunstancias en que se produce una acción. Deberíamos desarrollar un entorno de escucha y empatía.

El tercer principio establece que lo que hago y digo tiene un impacto en las personas que están a mi alrededor, para mejor o para peor. El comportamiento está basado en las necesidades que tiene el alumnado. El penúltimo señala que cuando se cubren nuestras necesidades podemos dar lo mejor y cuando estamos resolviendo problemas tenemos que preguntar a los demás qué necesitan para poder desarrollar una estrategia que permita atender esas necesidades. Este cuarto principio enlaza con el último, las personas que mejor resuelven el conflicto son las que se han visto más afectadas. Belinda Hopkins insiste en que los adultos tenemos una influencia enorme en los estudiantes, ya que nos pueden ver como modelos para responder ante una situación complicada.

Enlaces de interés:

Ponencia de Adela Cortina, catedrática Emérita de Ética, Filosofía Moral y Política, de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación Étnor

Adela Cortina Orts

2 de diciembre de 2020

Educar para la justicia y la paz en el siglo XXI

Adela Cortina comienza afirmando que la convivencia no se tiene que entender como la convivencia para la tranquilidad porque esa tranquilidad implica la opresión de los mejores situados hacia los peores situados. Es necesario desterrar la aporofobia, el rechazo al pobre. Las fobias frente al diverso se traspasan al peor situado y se crea una convivencia injusta, donde el rechazado consiente y calla ante lo que ocurre.

Dividió su intervención en tres aspectos. En primer lugar, habló de la educación nos hace ser, ya que la persona lo es por la educación. Tenemos que educar a las niñas y a los niños para el mundo del futuro que, nosotros, los adultos, desconocemos y tomamos decisiones que se mueven en el terreno de incertidumbre porque no sabemos cómo va a evolucionar el mundo. Por ello, debemos construir una sociedad cosmopolita partiendo del respeto a la dignidad humana y del cuidado de la naturaleza. Hay que educar para el cosmopolitismo que es la otra cara de la paz, tratando a todos como iguales, sin exclusiones.

En segundo lugar, señala que la educación puede ser entendida como una actividad. El mundo no se hace de leyes y normas sino de actividad, y cada actividad tiene una meta que cada uno construye. La actividad educativa persigue una meta y no se puede llevar a cabo en solitario, sino que el alumnado, el profesorado, la familia, la sociedad en su conjunto y la administración, deben llegar a acuerdos sobre cómo alcanzar la meta de la educación.

En el terreno de la actividad educativa existe una ética de máximos (felicidad y vida buena) y una ética de mínimos (justicia). Las personas tenemos un proyecto de felicidad y vida buena y la convivencia justa es saber aceptar la diversidad de proyectos de vida buena y de vida feliz. La educación es acompañar al alumnado en la construcción de proyectos. Nunca es imponer. Respetar la diversidad y aceptarla como una riqueza es aceptar unos mínimos de justicia.

Resalta que, a través de la educación, se debe transmitir una ética de la ciudadanía que todos deben descubrir y compartir. Debemos decidir cuáles son los valores que merece la pena transmitir y hablar con el alumnado de ellos, para que ellos decidan qué les parece oportuno o rechazable.

En tercer lugar, Adela Cortina expone tres ejes para desarrollar lo anterior:

  • Educar en competencias y habilidades, de manera que sea valioso para sí mismos y para la sociedad en la que se vive.
  • Educar en la prudencia para ir organizando una vida feliz, para saber encontrar la propia felicidad. Discernir el plan de vida de cada uno.
  • Educar en sabiduría moral. Por un lado, educar en la justicia y por otro lado educar en la compasión. Sin sentido de la justicia nuestra convivencia va a ser injusta. Hay que educar en lo que “no puede ser seguir siendo así”. Igualmente, hay que incorporar el sentido de la compasión. Una sociedad compasiva sabe ponerse en el lugar del peor situado y trata de descubrir lo que cada persona tiene.
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